Una tarde distinta tuvieron los jóvenes en contexto de encierro que están en el Instituto de Rehabilitación de Adolescentes (IRAR) de Rosario. Madres, padres, hermanos y hasta algunos niños se acercaron por fuera del horario de visita hasta el sector de talleres y aulas de este centro, para compartir el trabajo realizado por los chicos durante el primer semestre del año.
Talleres culturales, recreativos y laborales se complementan con la escuela primaria y secundaria que funciona hace un año en dos aulas que reciben a los jóvenes detenidos que quieren retomar sus estudios mientras permanecen en el IRAR.
“Mi familia está feliz con todo lo que hago. Me gusta hacer herrería, y hago un poco de todo, trato de salir a todos los talleres”, cuenta Antonio de 18 años que cursa el primer año de la secundaria. “El día que salga de acá, voy a seguir esta carrera de herrería”, dice con entusiasmo, parado al lado de la mesa donde se exhiben los trabajos, y rodeado de su familia.
“Hace 9 meses estoy acá, hice casi todos los talleres, en carpintería hice cuadros y repisas, y en la huerta planté una banda de cosas. También, yoga y serigrafía, comenta Javier de 17 años, que aguarda a los suyos, y dice con alegría: “Me trajeron – los guardias- para que vea lo lindo que está todo y para que mis familiares vean las cosas que hago”.
Sebastián, tiene 19 años, lleva un año y medio en el IRAR, y fue uno de los protagonistas de los 7 videos que escribieron y protagonizaron los chicos: “Te ayudan una banda los talleres, un montón de beneficios, y te dan confianza. Creo que este año es la primera vez que hacemos la muestra, aunque hicimos reuniones para la murga. Bailaba en los vídeos, y todos mis compañeros participaron”, cuenta y agrega que pasó también por los talleres de herrería, serigrafía y carpintería.
En el pasillo único del pabellón, por el que se llega a los espacios de la muestra, se mezclan los familiares, los chicos, los docentes y los talleristas. Una mesa con café, tortas y budines elaborados por el personal del servicio penitenciario marca lo especial del encuentro.
Rosa y su marido, compartieron la merienda, y recorrieron la muestra: “Me gustaron mucho los talleres, mi hijo participa en herrería y carpintería. Va ir a la escuela cuando salga”, asegura la madre, que tiene ganas de cambiarse de barrio para que Michel "no caiga en la mala junta".
Los ministerios de Innovación y Cultura y Educación, y la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes confluyen en esta propuesta integral donde la clave es ampliar el horizonte de expectativa para cuando los chicos salgan en libertad. Detrás de los muros, se desarrollan talleres de herrería, carpintería, serigrafía, realización audiovisual, yoga, cocina, huerta, fotografía, educación física, propuestas que la mayoría de estos chicos realizan por primera vez.
“En la muestra, se pueden ver diferentes momentos del año, por ejemplo el trabajo hecho para el día e la bandera. Todo el trabajo apunta a un eje fundamental que es la convivencia”, afirma la docente del nivel primario, Sandra Nuñez, parada frente al mural de fotos que documenta las distintas actividades.
“Nos interesa la extensión con la comunidad, entonces una de las actividades que repetimos por segunda vez, es la de los talleres de cocina, donde hacemos tortas fritas, y luego llevamos banderas y tortas fritas al Hogar de Ancianos. Tratamos, de participar en actividades en común con el resto de la Escuela Nº 13, como ir al cine, aunque depende de las autorizaciones que les da el juez”, cuenta la educadora.
Su compañera, María Fernanda, coincide en la estrategia institucional de integración con el afuera, y que los chicos se deben autopercibir como sujetos de derecho: “Quiero resaltar la relación con la comunidad, donde los chicos pueden salir y trabajar con chicos de otras escuelas o participar en obras de teatro, ser parte de los alumnos, y de las personas que están afuera”, explica la docente.
Vídeos, murales, fotos, pintura en collage, y algunas frases tienen un denominador en común: la necesidad de “poner en palabras todo lo que piensan, y a lo que le dan más importancia, partiendo siempre de sus saberes previos, debatimos, para después volcarlo en alguna producción”, comenta la directora, Carina Fernández.
El afecto y el compromiso de los familiares es fundamental para el tránsito de los pibes en el IRAR, por lo que se promueven distintas actividades que fortalezcan el vínculo entre padres y chicos detenidos. “Es importante el apoyo de las familias, hemos visto en las reuniones de padres que la participación fue masiva, todos los chicos estaban representados, en algunos incluso, padre y madre. En esta muestra, también se acercaron, y una madre me dijo que estaba agradecida porque su hijo aprendió a leer y escribir en el Instituto”, concluye Fernández.
Educación presente
12 chicos van a clases en el aula radial de la escuela primaria nocturna Nº 13, o en el anexo del EEMPA Nº 1306, según el nivel de estudios que tienen cuando ingresan al IRAR. Parte de sus trabajos pudieron verse en las paredes, y en el aula que se transformó momentáneamente en una sala en la que se proyectaron los videos.
”Me dice, mamá quiero ser diferente, mamá quiero cambiar, y quiero estudiar”, cuenta Rosa sobre su hijo, y agrega que “la gente del servicio penitenciario, y todos los que trabajan lo ayudan mucho”.
Antonio, valora el compromiso y la paciencia de todo el personal: “Los docentes son excelentes, nos tratan muy bien, y tratan de sacarnos a todos lados”, expresa el joven, en relación con los paseos que realizaron con la escuela, como ir al cine, o hacer una visita a el Hogar de Ancianos del barrio.
Sebastián piensa en su futuro: “Aprendí muchas cosas, si te ponés a usar la cabeza, aprendes. Conozco otros chicos que salieron de acá, y que están trabajando en los talleres de calle Dorrego, y a lo mejor...¿por qué no?