18/08/2015
“Con la educación se intentan reparar distintas situaciones dolorosas, quizá nunca lo logremos, pero lo intentamos”, afirma Analía Nannini, profesora de inglés en el Instituto de Recuperación del Adolescente (IRAR) tanto en primaria como secundaria.
"Para enseñar en la cárcel no sólo se necesita vocación, sino compromiso con los jóvenes"

Analia Nannini es profesora de inglés en el Instituto de Recuperación del Adolescente (IRAR) tanto en primaria como secundaria. “Con la educación se intentan reparar distintas situaciones dolorosas, quizá nunca lo logremos, pero lo intentamos”, afirma con la convicción de que la escuela puede cambiar el destino de los jóvenes en conflicto con la ley penal.
Se define como "arquitecta por profesión y docente por vocación". Empezó en la docencia a los 40 años. Le ofrecieron en la facultad ser profesora adjunta de cátedra pero no quiso. Homologó el titulo de inglés y da clases en educación privada por la mañana, y en EEMPA por la tarde. Con el paso del tiempo, se animó, y eligió enseñar inglés en contextos de encierro.
Trabajó en el Penal Nº 5 de hombres, y en la cárcel de mujeres de Rosario, hasta que desembarcó en el IRAR hace un año: “Como docente mi rol es enseñar, apoyarlos. Hacerles ver que la escuela es el mejor ámbito para los chicos de su edad, y que vean el aula como un espacio de libertad”.
En el instituto de rehabilitación, Nannini recuerda que se anotó "porque un amigo que trabajaba en la escuela carcelaria contaba lo que era la educación en contextos de encierro, y a ella le apasionaba. "Me enganché y quedé atrapada por el sistema”, contó la docente, haciendo hincapié en que para enseñar en la cárcel no sólo se necesita vocación sino compromiso con los jóvenes y adolescentes que están privados de la libertad.
Para la docente, reconocida por haber liderado "Writing", el audiovisual producido por los chicos que obtuvo el segundo premio del concurso “Convivencia sin Violencia”, organizado por la editorial Kapeluz , se necesita “tener un perfil casi psicológico y sociológico que te ayude y te haga comprender qué es lo que a ellos les pasa”.
Incentivar el aprendizaje
En la primera clase de inglés, los jóvenes tienen que vencer su propio prejuicio: “Cómo voy a estudiar inglés si no sé ni hablar en español”, es una de las frases que se repite en boca de los alumnos que llegan sabiendo leer y escribir, con el primario a veces inconcluso.
La tarea pedagógica comienza con el intento de “incentivar otros aprendizajes, explicando que tienen en su vocabulario palabras en inglés incorporadas en lo cotidiano, pero que no saben que son en inglés". "También jugamos con canciones y así es más fácil”, explica la docente que remarca que lo importante es que no dejen de asistir a clases.
La educación como herramienta de cambio
La enseñanza en contextos de encierro, a diferencia de la escuela tradicional, es más lenta, pausada, y paciente. Esta definición, según la docente, supera el objetivo de que los jóvenes conozcan y aprendan un segundo idioma, por lo que hay que destinar tiempo para la escucha: “Te sensibilizás mucho con las situaciones, lo que les pasa a los chicos te afecta, porque son adolescentes y jóvenes", reflexiona la profesora de inglés que destaca que el equipo de docentes carcelarios es unido y está preparado para enfrentar situaciones conflictivas.
El vínculo entre el docente y el alumno privado de la libertad es fundamental, especialmente si se logra un clima de respeto, confianza y cariño: “Muchas veces, ellos encuentran en el profesor una relación cuasi madre-hijo, hay que escucharlos para ver qué les pasa, porque a lo mejor no están en condiciones de aprender. No podés seguir un programa, tenés que seguir al grupo”, expresa Nannini a modo de diferenciar los tiempos y espacios de enseñanza entre la escuela tradicional y la carcerlaria.
Los alumnos que están en el instituto tienen en su mayoría, entre 16 y 18 años, algunos están termiando la primaria, y otros iniciaron los estudios secundarios en el anexo creado por el Gobierno de Santa Fe el año pasado. El paso por la escuela permite un horizonte de expectativas para cuando recuperen su libertad: “Cuando salen ,quieren ir a una EMMPA, salen con la intención de no reincidir en delito, de ir a la escuela”, asegura la educadora.
“Con la educación intentamos reparar situaciones dolorosas, quizá nunca lo logremos, pero lo intentamos”, concluye con la convicción de que la escuela puede cambiar el destino de los jóvenes en conflicto con la ley.
RSS / SUSCRIPCIÓN A NOTICIAS